Los piojos se transmiten normalmente por contacto directo entre las cabezas de las personas, ya que éstos ni vuelan ni saltan como se suele escuchar y, ni mucho menos, los “envían” las casas comerciales para poder vender sus productos (siempre me ha resultado muy graciosa esta afirmación), ni “aparecen” por tener el pelo sucio. También pueden transmitirse a través de objetos (un piojo puede vivir de 2 a 10 días fuera de la cabeza). Entre los objetos están los peines, coleteros, cintas de pelo, gorros, diademas, almohadas, toallas, ropa de cama, cojines, etc. Se pueden transmitir tanto las formas adultas como las ninfas.
Entre los problemas que pueden causar los piojos se encuentra el prurito (picor), aunque no siempre ni en etapas tempranas. También podemos encontrarnos con irritación del cuero cabelludo junto con pequeñas heridas por rascado que podrían llevar a infecciones bacterianas secundarias; malestar, irritabilidad, en algunas personas puede existir reacción alérgica a la picadura, inflamación de los ganglios linfáticos próximos a la cabeza, febrícula, etc. En principio los piojos de la cabeza no transmiten enfermedades.
Por último nos encontramos con los problemas sociales y/o emocionales que “genera” la parasitación por piojos: vergüenza, sensación de culpa, búsqueda de culpables, sensación de que hay piojos en todas partes, etc. En general, la vergüenza suele llevar a las familias a no informar en el colegio o a familiares. Esto genera un gran problema ya que, aunque trates a tu hijo, es muy probable que el resto de niños tenga ya piojos con lo que solo es cuestión de tiempo el que vuelvan a la misma cabeza. Además, los piojos no son solo “cosa de niños”, je, je, je, …
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