La presencia en los ecosistemas marinos de metales e hidrocarburos, entre otros contaminantes, es un hecho constatado desde hace años. En los últimos tiempos se han utilizado organismos marinos (por ejemplo los mejillones) como centinelas en la detección de contaminación. Asociado al uso de estos organismos como indicadores de contaminación, se ha observado también el valor de los parásitos como medidores de la misma ya que éstos muestran gran variedad de modalidades de respuesta frente a contaminantes de origen antropogénico. Así, como respuestas de los parásitos a contaminantes podemos tener variaciones en biodiversidad o riqueza parasitaria, ausencia-presencia del parásito, variaciones de intensidad y/o prevalencia; variaciones en su comportamiento (de movilidad, ciclo reproductivo, fototropismo), mayor concentración de tóxicos o durante más tiempo que la especie hospedadora, etc. Además del estudio de los parásitos presentes en las especies hospedadoras, muchas formas de vida libre de los mismos pueden ser utilizadas para determinar la calidad de las aguas en la que se encuentran mediante estudios in vitro.
Entre las razones esgrimidas por MacKenzie (1999) a la hora de defender el uso de los parásitos como indicadores de contaminación tenemos que: 1) existen más especies parásitas que de vida libre; 2) en parásitos con ciclos de vida complejos, los diferentes estadios de desarrollo presentan distintos requerimientos biológicos; de manera que cada estadio puede ser analizado de manera separada aumentando el número de potenciales indicadores y 3) la mayoría de los parásitos tienen cortos estadios de transmisión en los que se encuentran libres y en los que pueden verse afectados por pequeños cambios en el medio que pueden representar grandes cambios en su ciclo de vida.
El uso de parásitos como medidores de la calidad ambiental puede realizarse según dos vertientes (Sures, 2004):
1.- Efecto indicador de los parásitos. En este punto los parásitos nos darían información sobre el estado químico del ambiente por cambios en la fisiología y/o comportamiento. Este efecto puede estudiarse desde dos puntos de vista
1.1.- Individual.- En el que se podrían usar, por ejemplo, una sola especie o estadios de vida libre de los parásitos frente a distintos tóxicos mediante estudios in vitro.
1.2.- Poblaciones y comunidades.- Se estudiarían los cambios en las poblaciones de parásitos. Este punto resulta más ventajoso que el estudio individual puesto que se integran los efectos ambientales a los del contaminante.
2.- Parásitos como indicadores de acumulación. Se estudiarían aquellas especies parásitas con capacidad de bioacumular sustancias tóxicas o variar los efectos en la acumulación de las mismas. El estudio de los contaminantes, generalmente metales pesados, resulta muy útil ya que muchos parásitos concentran los metales muy rápidamente y hasta concentraciones que son fácilmente detectables por los métodos analíticos convencionales.
Por otra parte, el uso de parásitos en la estimación de impactos ambientales presenta algunas limitaciones como son que los efectos varían según el parásito, la especie hospedadora y el contaminante presente en el medio; así como la presencia de más de un tipo de contaminante. Es por ello muy importante el establecer los efectos de cada contaminante en cada especie parásita concreta e incluso el aplicar el uso de bioensayos con fases de vida libre del parásito que se muestran más expuestas a los agentes contaminantes; si bien estos ensayos se deberían complementar con ensayos o estudios in vivo ya que los bioensayos no nos muestran los efectos a largo plazo que los contaminantes tendrían en las comunidades.
MacKenzie, K. 1999. Marine Pollution Bulletin, 38:955-959.
Sures, B. 2004. Trends in Parasitology, 20:170-177.
MacKenzie, K. 1999. Marine Pollution Bulletin, 38:955-959.
Sures, B. 2004. Trends in Parasitology, 20:170-177.
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